viernes, 27 de marzo de 2009

Gente obediente, no inteligente...

Justo ahora que venía a mi casa, el vehículo en el que me dirigía se detuvo en un semáforo en rojo. Me dio tiempo para admirar el paisaje urbano y reparar en esos mensajes que ponen los templos evangélicos en las afueras, para que todos los que pasan los vean y se den golpes de "yo pecador".

El letrero me dejó pensando realmente en la misión y visión que las iglesias (especialmente el cristianismo y sus derivados) profesan en comparación con lo que dicen.

El rótulo leía: "Dios no quiere gente inteligente sino obediente".

El mensaje es claro: "Dios" no quiere que te realizes y tengas una carrera, que seas un librepensador, que te adentres en la ciencia, que sepas matemática, filosofía ni ninguna otra clase de estudio. A "dios" solo le importa que la gente obedezca a pie de letra lo que el dice.

Así que realmente no es necesario estudiar, ser bachiller, ir a la universidad y saber sumar, restar, multiplicar, dividir -aunque yo se que no solo por esto se mide la inteligencia-... No es necesario saber más que tu nombre y hacer lo que el libro *cof cof* "de Dios" *cof cof* que tanto cambia de opinion -porque por ejemplo, primero avalaba el ojo por ojo, diente por diente y despues mandaba a poner la otra mejilla-, solo se debe hacer eso y rezar para que algún día baje del cielo el dinero y los bienes que se necesitan para comer uno y darle de comer a su familia... Que así como suele ser la gente, que quieren vivir con "los que dios les dé" seguro criarán una pequeña marimba de hijos que pasarán a su vez a obedecer y rezar para poder vivir mejor algún dia... a menos que alguno de ellos sea inteligente (de acuerdo con la frase como la plantearon)...

Esperaría que donde dice "Dios" comprendan que me refiero a sus "enviados" terrenales que hablan por él en la tierra, quienes suelen vivir en el lujo con el dinero de sus feligreses -no todos, pero son pocos los pastores y curas en este país que realmente viven en la pobreza que predican que hay que vivir y con la humildad que se debe tener.

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ACLARACIÓN:

En vista a los mal entendidos sobre los últimos dos párrafos cabe explicar: No se trata de un cuestionamiento a dios, no pretendo conjeturar o saber lo que un supuesto dios está pensando ni lo que desea del ser humano por una frase puesta fuera de una iglesia; de la misma manera que no generalizo diciendo que todos aquellos creyentes sean ignorantes o todos los pastores sean unos sangrones busca plata.

Sin embargo, si llamo ignorantes y cómodos y cobardes a todos los que -por miedo a los dogmas de fé o pereza o tradición o cualquier otra razón- no se dignen a analizar y cuestionarse el libro y la religión en la que creen por si mismos; las respuestas que obtengan o el camino que tomen es asunto de cada quien, este blog no está para desconvertir creyentes; sin embargo la meta de este blog es debatir y sobre todo: hacer pensar, cuestionar y razonar.

martes, 24 de marzo de 2009

El corazón de El Salvador marcaba 24 de marzo y de agonía...

Monseñor Oscar Romero

A tenor de las últimas declaraciones del papa, incluyendo el hecho de que sus opiniones vertidas en África acabaran con el Vaticano lloriqueando en la ONU para que le tomaran en serio, yo podría afirmar que he perdido todo el respeto por las jerarquías católicas, locales y mundiales.
Sin embargo, en una fecha como hoy, que representa mucho en El Salvador, quiero recordar a quien fuera el arzobispo de San Salvador durante los primeros años de la guerra civil; alguien que merece todo mi respeto: Monseñor Oscar Arnulfo Romero.

Monseñor Romero fue el arzobispo de San Salvador desde el 23 de febrero de 1977 hasta el 24 de marzo de 1980. Como sacerdote, en sus primeros años, estuvo muy alineado a las doctrinas del Vaticano acerca de los pobres, el sometimiento total al gobierno (en esa época se trataba de una dictadura militar), etc. Sin embargo, según el tiempo fue avanzando, él comenzó a hablar contra la injusticia del país y a pedir que cesara la violencia, que era intensa en gran medida en las zonas rurales. A pesar de ser amenazado de muerte en varias ocasiones, a pesar de los reclamos del nuncio apostólico, a pesar de que el papa Juan Pablo II le llamara la atención por criticar al gobierno militar de entonces, monseñor Romero no cesó de hablar, de colaborar, de pedir justicia y paz.

Durante la homilía del 23 de marzo de 1980, monseñor Romero pidió:

"Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto, a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión"


Al día siguiente un francotirador pagado por el gobierno de El Salvador, católico, apostólico y romano; disparó al arzobispo en el momento de la consagración. Según el informe de la Comisión de la Verdad de la ONU, el asesinato fue ordenado por el mayor Roberto D'aubuisson Arrieta.

A su entierro, el 30 de marzo de 1980, asistieron más de 50,000 personas. Comandos del ejército dispararon contra los asistentes durante la homilía, lo cual resultó en otra masacre.

Monseñor Romero, para mí, representa a alguien que tuvo valor de hablar contra injusticias reales, que se preocupó porque cesara la injusticia, porque los vivos tuvieran mejor oportunidad de vivir. Y eso, a la luz de la alineación de siempre del Vaticano, da mucho que pensar...

El título de la entrada está tomado de esta poesía de Pedro Casaldaliga, obispo brasileño.



A pocos minutos del asesinato.



Entierro frente a la catedral de San Salvador




Entierro frente a la catedral de San Salvador