A tenor de las últimas declaraciones del papa, incluyendo el hecho de que sus opiniones vertidas en África acabaran con el Vaticano lloriqueando en la ONU para que le tomaran en serio, yo podría afirmar que he perdido todo el respeto por las jerarquías católicas, locales y mundiales.
Sin embargo, en una fecha como hoy, que representa mucho en El Salvador, quiero recordar a quien fuera el arzobispo de San Salvador durante los primeros años de la guerra civil; alguien que merece todo mi respeto: Monseñor Oscar Arnulfo Romero.
Monseñor Romero fue el arzobispo de San Salvador desde el 23 de febrero de 1977 hasta el 24 de marzo de 1980. Como sacerdote, en sus primeros años, estuvo muy alineado a las doctrinas del Vaticano acerca de los pobres, el sometimiento total al gobierno (en esa época se trataba de una dictadura militar), etc. Sin embargo, según el tiempo fue avanzando, él comenzó a hablar contra la injusticia del país y a pedir que cesara la violencia, que era intensa en gran medida en las zonas rurales. A pesar de ser amenazado de muerte en varias ocasiones, a pesar de los reclamos del nuncio apostólico, a pesar de que el papa Juan Pablo II le llamara la atención por criticar al gobierno militar de entonces, monseñor Romero no cesó de hablar, de colaborar, de pedir justicia y paz.
Durante la homilía del 23 de marzo de 1980, monseñor Romero pidió:
"Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto, a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión"
Al día siguiente un francotirador pagado por el gobierno de El Salvador, católico, apostólico y romano; disparó al arzobispo en el momento de la consagración. Según el informe de la Comisión de la Verdad de la ONU, el asesinato fue ordenado por el mayor Roberto D'aubuisson Arrieta.
A su entierro, el 30 de marzo de 1980, asistieron más de 50,000 personas. Comandos del ejército dispararon contra los asistentes durante la homilía, lo cual resultó en otra masacre.
Monseñor Romero, para mí, representa a alguien que tuvo valor de hablar contra injusticias reales, que se preocupó porque cesara la injusticia, porque los vivos tuvieran mejor oportunidad de vivir. Y eso, a la luz de la alineación de siempre del Vaticano, da mucho que pensar...
A pocos minutos del asesinato.
3 comentarios:
Una de las muchas cosas vergonzosas de la iglesia es su alineación con el poder y la masacre para mantener el miedo que les alimenta.
Que este señor mantuviera la coherencia con aquello en lo que cree y dijera bien alto que su dios les ordenó "no matarás", es loable. Que le asesinaran por eso, elocuente.
Está bastante claro que a la iglesia, los mandamientos de su dios le importan un pimiento. El poder sobre los demás y el dinero es lo único que les mueve. Ojalá sus fieles, algún día, se den cuenta. Ojalá, ese día, no sea demasiado tarde.
Saludos. Lola.
Este es el mejor post conmemorando la fecha q he leido y mira q si leo bastantes blogs!
saludos
perdon, no comente q lo replico en mi espacio para q lo lea mas gente, con permiso!
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